Mi bebé duerme mal. Claves para ayudar a dormir a los bebés y niños pequeños

El sueño es uno de los procesos más importantes para la salud y el desarrollo del ser humano. Cuando es escaso o poco eficaz comienzan a surgir problemas muy diversos tanto en la salud física de la persona como en su desarrollo psicológico. Esto es especialmente importante en el caso de los bebés y los niños más pequeños, entre muchos otros motivos porque una de las funciones del sueño es la de consolidar los aprendizajes tan rápidos que hacen los más pequeños continuamente. Por ello, es esencial que tengan un sueño suficiente y reparador para que se desarrollen bien en todas las áreas.

Los patrones de sueño varían con la edad (tanto en la cantidad de horas necesarias como en su distribución a lo largo del día) así como de unos niños a otros. Por ello, más que valorarlo de acuerdo con unas normas estándar, es importante que estés atento al comportamiento de tu bebé o de tu hijo para comprobar si le resulta difícil dormirse o si se muestra cansado o somnoliento en exceso durante el día, de acuerdo con lo esperable a su edad.

Cuando se producen dificultades relacionadas con el sueño, es necesario realizar una evaluación individualizada para saber qué puede estar sucediendo y buscar la solución más adecuada. No obstante, en este artículo ofrecemos algunas claves que pueden ser útiles a muchos padres.

¿Cuáles son las causas más habituales de dificultades de sueño en los bebés y niños pequeños?

  1. Dificultades para distinguir el día de la noche: Los bebés no nacen sabiendo identificar cuál es el momento adecuado de dormir, sino que esto es algo que van aprendiendo con la edad y conforme sus rutinas se van adaptando en mayor medida a los ciclos día-noche. Por ello, puedes ayudar a tu hijo a hacer este aprendizaje si le enseñas a distinguir las claves nocturnas de las diurnas. La mañana y el mediodía son los mejores momentos para que reciba luz y para interactuar y jugar con él. Por la noche el entorno debe volverse más tranquilo y oscuro, evitarse actividades que agiten al niño e incluso proponer rutinas más aburridas para él, con lo que facilitaremos que le entre el sueño.

  2. Sobreestimulación por la noche: Relacionado con lo anterior, una dificultad común es estimular demasiado al niño por la noche. Esto se debe en ocasiones a que es el momento en que los padres vuelven del trabajo y pueden interactuar con él. Sin embargo, esto aumentará su nivel de activación y puede interferir con su sueño nocturno. Procura dejar el mayor tiempo posible entre los momentos de juego y actividad y las rutinas nocturnas. Por la noche, háblale con voz calma y tranquila, preferiblemente con luz tenue y evita estímulos, juegos o actividades que sean muy interesantes para él.

  3. Intervenir demasiado rápido: Cuando oímos a un bebé o un niño pequeño hacer ruidos por la noche es posible que nos inquietemos o incluso nos alarmemos, con temor de que se haya podido atragantar o que vaya a comenzar a llorar. Sin embargo, es normal que hagan pequeños ruidos mientras están dormidos, por lo que si acudimos inmediatamente es posible que los despertemos. Por ello, ante pequeños ruidos, es mejor darse unos segundos antes de ir a verle. No debemos despertarle a menos que sea realmente necesario y si se ha despertado pero está tranquilo es mejor esperar a que vuelva a dormirse solo en lugar de interactuar con él en ese momento.

  4. Estimularle cuando intentamos calmarle: En ocasiones, nuestros intentos de calmar a nuestro hijo tienen el efecto contrario, ya sea porque encendemos las luces, le hablamos con voz alta o se nos nota nerviosos por conseguir que se calme y se vuelva a dormir. Cuando intentes calmar a tu hijo durante la noche, hazlo de manera tranquila, con poca luz, habla lo menos posible y no hagas movimientos bruscos. No llames su atención con juegos ni otros estímulos entretenidos que contribuyan a captar su atención y despertarle.

  5. La hora de dormir no es adecuada. Tal vez la hora a la que lo ponemos a dormir le resulta demasiado temprana (con lo que aún no tendrá sueño y no querrá dormir) o demasiado tardía (por lo que en el momento de dormir puede estar irritable y también resultarle difícil dormir). Presta atención a las señales de cansancio de tu hijo y a la hora a la que se suele quedar dormido (o dar muestras de que tiene sueño). Es mejor que tomes esa hora como punto de partida y, progresivamente, vayas acercando el horario de sueño al que consideras más adecuado.

  6. Echarse la siesta muy tarde. En niños a partir de 6 meses, dormir una siesta muy entrada la tarde puede hacer que se junte demasiado con la hora de dormir por la noche y que, por tanto, no tenga sueño.

  7. Baño caliente por la noche. Introducir este ritual antes de ir a dormir puede contribuir a que el bebé o el niño se calme y le entre sueño con más facilidad, siempre y cuando para él esta actividad sea un momento tranquilo y no estimulante.

  8. No ser consistente. Algunos padres, agotados y frustrados con las dificultades de sueño de su hijo, prueban distintas estrategias contradictorias, sin encontrar ninguna que termine de funcionar. Si decides aplicar una táctica, es necesario que seas consistente con ella durante bastantes días, ya que es la forma de que tu bebé aprenda los nuevos patrones y se adapte a ellos. Probar cada día un método nuevo solo contribuirá a generar más confusión.

  9. Problemas médicos. Los problemas médicos son una causa poco frecuente de problemas de sueño, pero dada su potencial gravedad conviene consultar con un pediatra para descartar posibles alteraciones físicas.

Programa una rutina para dormir

Una de las mejores formas de conseguir que tu hijo se duerma con facilidad consiste en introducir una rutina 20 o 30 minutos antes de irse a la cama. Se trata de realizar una serie de rituales, todos los días, que involucren actividades tranquilas, agradables y predecibles, de modo que el niño asocie esta rutina con el momento de dormir y se vaya preparando para ello.

Algunas claves para llevar a cabo este ritual con éxito son:

  • Introduce claves tranquilas: el ambiente de este momento debe ser claramente diferente del que existe el resto del día. Utiliza poca luz, moveos de forma calma, utiliza un tono de voz bajo y pocas palabras, etc.

  • Incluye momentos agradables: un baño caliente, leer un cuento, dar un masaje… son actividades relajantes que pueden tener un efecto calmante en tu hijo y ayudarle a dormir tranquilo.

  • Aprovecha el momento en el que tiene sueño naturalmente: si intentamos aplicar esta rutina en un momento en el que el niño no tenga sueño, lo más probable es que le cueste o se resista a quedarse dormido, con lo que se pierde toda la eficacia del ritual previo. Observa el momento en que le entra sueño de manera natural y comienza la rutina 20 minutos antes. Una vez la rutina vaya surtiendo efecto y le resulte fácil dormirse de esta forma puedes adelantar o atrasar gradualmente la hora de irse a dormir (10 o 15 minutos cada varios días).

  • Permítele que aprenda a dormirse solo: si tras esta rutina se lleva al niño a su cuna o su cama, aprenderá a quedarse dormido por sí mismo y asociará ese contexto con una situación de dormir. Por el contrario, si permitimos que se duerma en otras situaciones de forma habitual (p. ej., nuestros brazos), el niño no aprenderá a dormirse solo y necesitará de tu presencia para volver a dormirse cuando se despierte en mitad de la noche.

Aun así, insistimos en que las necesidades de sueño de los bebés y los niños pequeños varían de unos a otros y en función de la edad, por lo que es necesario ir adaptándose a las necesidades y características de cada momento.

Además, las dificultades que cada madre o padre puede encontrar son muy variadas. Por ello, si continúas experimentando dificultades para conseguir que tu hijo se quede dormido, se mantenga dormido o se despierte suficientemente descansado, solicita ayuda profesional. Realizaremos una evaluación individualizada de tu caso para proporcionarte las pautas que se ajusten a las necesidades de tu hijo o hija.


Irene Fernández Pinto

Psicóloga con autorización sanitaria colegiada con número M-22996. Licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA) y máster en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud (UAM-UNED).


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