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¿Cómo (y para qué) enseñar a los niños a pedir perdón?

Pedir perdón, junto con pedir por favor y dar las gracias, parece una norma básica de educación, pero en realidad es un comportamiento más difícil de lo que parece a simple vista, no solo para niños sino también para adultos. Podemos caer en el error de pensar que la mejor forma de enseñar a nuestros hijos a pedir perdón es exigírselo y empeñarnos en ello, y sin embargo esto puede ser muy contraproducente. En esta entrada te animamos a reflexionar sobre qué supone pedir perdón con el fin de encontrar mejores maneras de hacerlo y de enseñarlo.

¿Qué implica pedir perdón?

Hemos dicho que pedir perdón es un comportamiento más complejo de lo que parece, veamos todas las cosas que supone el hecho de pedir disculpas:

  • En primer lugar, debemos ser conscientes de que hemos hecho algo que ha supuesto un daño para alguien. Simple y complicado a la vez, pues lo que a mí me parece muy importante para ti puede serlo menos, y si estas diferencias se dan incluso entre adultos imaginemos las percepciones tan diferentes que pueden tener niños y adultos de la misma situación. Por ejemplo, pintar en la pared de casa con rotulador puede no significar lo mismo para un niño, que crea incluso que así ha quedado más bonito, que para el adulto que es consciente de lo que costará volver a pintar la pared. (Ni siquiera será igual de molesto para distintos adultos).

  • Pedir perdón supone reconocer nuestra responsabilidad en lo que ha pasado. ¿Y si tú piensas que yo lo he hecho a propósito y yo no me he dado cuenta o no he sido capaz de controlarlo? Imaginemos por ejemplo un niño que está aprendiendo a controlar los esfínteres y de pronto ha tenido un accidente involuntario que no ha conseguido controlar a tiempo: si yo pienso que lo ha hecho a propósito para crearme una situación embarazosa o para darme más trabajo, me enfadaré y exigiré una disculpa. Pero si no ha sido algo previsible ni controlable por su parte, es natural que no le parezca apropiado dármela. Sentirnos culpables por cosas que no podemos cambiar (o que, como mínimo, no sabemos cómo cambiar) no solo es inútil sino dañino.

  • El siguiente paso que me lleva a pedir perdón es querer reparar de algún modo el daño que he hecho a la otra persona o al menos expresarle que lamento lo que ha sucedido. Para dar este paso, tendré que ser consciente de que la otra persona ha experimentado algún malestar o molestia por lo ocurrido y tener cierto interés en su bienestar. Si siento que lo que he hecho no tiene ninguna consecuencia negativa en el otro (p. ej., he pegado a mi padre y este se ha reído de la gracia) difícilmente voy a sentir la necesidad de disculparme. Si además siento que la otra persona está siendo injusta o tratándome mal (p. ej., me está imponiendo un castigo desproporcionado o me ha insultado o golpeado), probablemente no tenga muchas ganas de contribuir a su bienestar, sino tal vez todo lo contrario.

  • Finalmente hay que saber hacerlo de manera eficaz: Los comportamientos se aprenden en gran medida observando a otras personas o viendo sus consecuencias. Si el niño nunca observa a los miembros de familia pedir perdón o lo hacen de malas maneras (p. ej., con sarcasmo o con más reproches), es difícil que aprenda a hacerlo espontáneamente. Además, si observa que una disculpa sirve como “pistoletazo de salida” para que nos recreemos en los reproches y las críticas, será menos probable que vuelva a hacer un intento en el futuro.

Lo que importa es el aprendizaje, no la disculpa

Lamentablemente, los adultos muchas veces confundimos educar con desahogarnos. Estamos irritados, agobiados con lo que ha sucedido, desbordados, agotados… y volcamos todas estas emociones en los niños. Nos decimos que les estamos educando para que se comporten mejor pero en realidad solo estamos descargando nuestras emociones.

Para impedir que esto suceda tenemos que pensar qué es lo más importante cuando nuestro hijo ha hecho algo inadecuado o ha cometido un error. Y la respuesta es clara: que aprenda. ¿Para qué nos sirve que nos pida perdón si no hay ningún aprendizaje ni ningún cambio? Solo para quedarnos más tranquilos y satisfechos con nosotros mismos, pero en realidad no hemos educado.

Por eso, cuando nuestro hijo tiene un comportamiento que nos parece inadecuado, nuestra prioridad no debería ser nunca su disculpa, sino conseguir un cambio de comportamiento en el futuro. Y para conseguir esto tendremos que ver qué ha pasado para identificar la estrategia más adecuada:

  • ¿Quizás no sabía cómo hacerlo bien? Tal vez conviene que le expliquemos o le mostremos la manera correcta de hacerlo.

  • ¿Estaba intentando llamar nuestra atención? Asegurémonos de prestársela cuando hace cosas positivas y no utilicemos este momento para centrar en él nuestra atención (aunque sea regañando), pues conseguiremos lo contrario de lo que queremos.

  • ¿Está enfadado por alguna situación anterior que le ha puesto de mal humor? Ayudémosle a gestionar ese mal humor.

  • ¿Estaba distraído y no se ha dado cuenta? Hagamos que tome más conciencia de las consecuencias de sus comportamientos.

Estos son solo algunos ejemplos pero evidentemente habrá que adaptarse a cada situación concreta. Lo importante es que nuestra prioridad sea que el niño aprenda algo y cambie su comportamiento en el futuro, y que pedir perdón pase a un segundo plano. Si nos centramos en que nos pida perdón, lo más probable es que nos olvidemos de lo verdaderamente importante y que consigamos lo contrario de lo que pretendemos: haremos que se salga con la suya llamando nuestra atención por las malas, aumentaremos su mal humor, le distraeremos de lo que estaba haciendo, le generaremos frustración por no conseguir hacer las cosas de un modo en que no ha aprendido a hacerlas, etc.

Entonces, ¿cómo enseñar a pedir perdón?

Partiendo de lo anterior, parece que la primera conclusión es que no debe obsesionarnos la idea de que nuestro hijo se disculpe. Con la edad, y si damos ejemplo, acabarán por aprender este comportamiento, pero lo más importante es que habrán aprendido muchas otras cosas por el camino. Aun así, hay ciertas cosas que podemos hacer para favorecer que nuestro hijo aprenda a pedir perdón y que además contribuirán a su desarrollo socioemocional:

  1. Pide tú perdón: La principal forma que tienen los padres para educar a sus hijos es ser modelos de aquello que pretenden enseñar. Por ello, si quieres que tu hijo sea agradecido, da las gracias (a vecinos, a tu pareja… ¡y a él o ella!). Del mismo modo, si quieres que aprenda a pedir perdón, sé un buen modelo de humildad y de pedir disculpas cuando te equivocas o dañas a alguien. Y de nuevo, pide perdón a tu propio hijo. Algunos padres no lo hacen por miedo a perder su “autoridad”, pero la realidad es que todos nos equivocamos, y reconocer nuestros errores nos ayuda a enmendarlos. También nos equivocamos con nuestros hijos (p. ej., les hablamos mal, les castigamos de forma desproporcionada, les damos un empujón porque vamos con prisas…) y disculparnos es la mejor manera de que ellos vean las disculpas como algo perfectamente natural que forma parte de una convivencia sana y respetuosa. También les enseñará a sentirse valiosos y merecedores de respeto, incluso en otras situaciones, pues habrán comprobado que los demás tienen la obligación de tratarles bien. Este es un aprendizaje muy valioso para que aprendan a hacer respetar sus derechos en otros lugares (p. ej., con amigos o en el colegio) y para aumentar su autoestima.

  2. Asegúrate de que realmente las disculpas tienen sentido: Que algo te haya molestado, no haya salido como te gustaría, etc. no significa que tu hijo haya actuado mal a propósito ni que deba disculparse. Los adultos somos responsables de nuestras propias emociones y a veces nos toca lidiar con circunstancias que no controlamos pero tenemos que gestionar igualmente. Antes de pedir explicaciones a tu hijo, asegúrate de que se trata de algo que realmente ha sido inapropiado (y no simplemente algo que no te gusta o que hoy te ha sentado mal porque estabas de peor humor) y, lo más importante, que él puede controlarlo. Esto implica entender que un niño es un niño (necesita moverse más, hay cosas que aún no tiene por qué saber, todavía está madurando, etc.) y pedirle solo aquellas cosas que son razonables para su edad y acordes con las normas explícitas que hemos establecido en casa.

  3. Ponle en contacto con las consecuencias de su comportamiento: En ocasiones los niños no son conscientes de que su comportamiento es inadecuado porque recurrimos a regañinas o castigos arbitrarios que nada tienen que ver con lo que ha pasado, lo cual impide que el niño entienda por qué lo que ha hecho ha resultado tan molesto a sus padres o a otras personas. Dependiendo de la edad del niño es posible hacer ciertas cosas para ayudarle a entender por qué su comportamiento ha sido molesto o problemático. Por ejemplo, si me ha dicho algo desagradable o agresivo, puedo expresarle que estoy triste o decepcionada. Si ha estropeado algo, puede acompañarme a repararlo, a comprar un reemplazo o, si tiene ahorros, puede contribuir con una parte a reponer lo que se ha estropeado. Si ha estropeado un juguete, puedo evitar cambiarlo o reponerlo inmediatamente. Podemos hacer esto de forma calma y sin caer en el chantaje emocional, con el fin de hacerle entender cómo funciona el mundo en el que vive.

  4. No esperes disculpas inmediatas: Cuando estamos nerviosos, bajo presión o nos han pillado “in fraganti”, es muy frecuente que nos pongamos a la defensiva y nuestra primera reacción sea protegernos. Además, precisamente porque es un momento muy emocional, a veces nos cuesta razonar y ver las cosas con perspectiva. Si esto nos sucede incluso como adultos, imaginemos lo difícil que puede ser para los niños analizar la situación “en caliente”. Por eso, puede ser mejor esperar a que se calmen los ánimos y solo después retomar el tema y hablar con él sobre lo sucedido y cómo repararlo. Presionarle para que se disculpe o simplemente para que sea razonable en ese momento lo único que hará es empeorar las cosas y nos pondrá a todos más nerviosos y “cabezotas”.

  5. Acepta sus disculpas de manera cariñosa: A veces la tensión del momento, el orgullo o la necesidad de desahogarnos llevan a que cuando finalmente el niño se disculpa nuestra reacción sea continuar hablando de lo que ha ido mal y regañándole por su comportamiento. Es muy importante contenernos y hacer todo lo contrario: si tu hijo se disculpa o intenta enmendar la situación, debes mostrarte receptivo y aceptar sus buenas intenciones de buen grado, ya que es un esfuerzo y un aprendizaje importante para él. ¡Agradécele el gesto!

  6. Las disculpas deben ir ligadas a un cambio: De nada sirve disculparse si a continuación vamos a seguir haciendo lo mismo o si no hacemos ningún esfuerzo por reparar o enmendar lo que ha ido mal. En ocasiones los niños pueden entrar en una dinámica en la que piden perdón, tenemos un momento cariñoso y acto seguido están haciendo lo mismo que fue un problema en primer lugar. Por ello, volvemos a recordar: lo más importante no es la disculpa, sino el aprendizaje, y para ello es importante que el niño compruebe que su comportamiento inadecuado ha tenido alguna consecuencia negativa y que, en la medida de sus posibilidades, se involucre en reparar el daño o en evitar que vuelva a producirse en el futuro. De lo contrario, estamos ante una disculpa vacía que no tiene ningún valor.

  7. Elige las batallas: Enfadarnos continuamente con nuestros hijos no es útil para nadie. Solo genera un clima muy negativo en casa que es desagradable para todos. Por eso es esencial diferenciar entre aquellas cosas que consideramos importantes (porque tienen mayores consecuencias o porque son objetivos importantes en su desarrollo en este momento) de otras cosas que pueden ser deseables pero no son esenciales. Es mejor concentrar nuestros esfuerzos en unos pocos comportamientos importantes, aunque dejemos otros pasar por alto, ya que hay muchas cosas que el niño irá aprendiendo de forma natural simplemente a medida que crezca.

  8. Enséñale a entender cómo sus comportamientos influyen en los demás: La empatía hacia los demás también es algo a aprender. Una forma de hacerlo es de nuevo observar cómo nos comportamos nosotros: ¿somos respetuosos y educados con los demás?, ¿tenemos en cuenta sus necesidades y sentimientos?, etc. Cuando hay situaciones complicadas con otras personas, dedicar un tiempo a ayudarle a entender cómo sus comportamientos pueden afectar o hacer sentir a otros y a imaginarse cómo perciben la situación otras personas puede ayudar a tu hijo a tener más empatía y a mejorar su relación con los demás.

 

En resumen, pedir perdón puede ser una norma social de educación así como una buena forma de cultivar y mantener nuestras relaciones sociales y de mejorar la convivencia con otras personas. Aprender este comportamiento en casa ayudará al niño a tener buenas relaciones más adelante con sus iguales y con otras personas. Pero es una conducta más complicada de lo que parece a simple vista y que no debe hacernos perder la perspectiva: lo más importante es que nuestro hijo aprenda con las consecuencias de sus comportamientos y con nuestro ejemplo y que vaya mejorando y madurando poco a poco en un clima de amor, apoyo y respeto mutuo en el que no nos guardamos rencor y todos aprendemos juntos.


Irene Fernández Pinto

Psicóloga con autorización sanitaria colegiada con número M-22996. Licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA) y máster en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud (UAM-UNED).


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