Algunas personas experimentan dificultades para controlar su comportamiento y ello las lleva a realizar conductas agresivas, disruptivas o conflictivas que acaban teniendo consecuencias muy negativas para sí mismas o para quienes las rodean.

En algunos casos, se trata de conductas agresivas dirigidas hacia otras personas, violando sus derechos o poniéndolas en riesgo. En otros casos, la persona viola las normas de su comunidad. A veces realiza un consumo inadecuado o excesivo de ciertas sustancias, como las drogas, o se ve involucrada en patrones adictivos o problemáticos como es el juego patológico, las relaciones sexuales de riesgo o actividades que conllevan un riesgo extremo.

Las personas que manifiestan estos comportamientos suelen identificar que tienen un problema cuando se enfrentan a las consecuencias, a veces graves, de los mismos o porque al cabo de un cierto tiempo vuelven a evaluar la situación y experimentan remordimientos o un deseo de aprender a reaccionar de otro modo más habilidoso. En algunos casos, la persona no reconoce lo problemático de su comportamiento y son sus familiares quienes la presionan para pedir ayuda profesional.

Algunos de los factores psicológicos que caracterizan estos patrones de comportamiento son las dificultades que experimenta la persona para regular o adecuar su comportamiento, ya que las consecuencias a medio o largo plazo de sus acciones pesan menos que la gratificación o el desahogo inmediato que le producen sus conductas. Por ello, el aprendizaje de estrategias de autocontrol puede resultar muy útil y adaptativo para ellas.

Además de esta dificultad para regular su comportamiento, para muchas de estas personas resulta muy difícil regular sus emociones. Así, por ejemplo, pueden ser excesivamente proclives a experimentar enfado, ganas de consumir u otro tipo de emociones, a las que sienten que deben dar una respuesta urgente, y carecen de las habilidades o el deseo necesarios para orientar estas emociones hacia comportamientos saludables, productivos o asertivos.

Si tú o alguno de tus familiares experimentáis este tipo de problemas o reacciones y queréis aprender a reaccionar de otro modo más hábil, eficaz y saludable, un psicólogo puede ayudaros a desarrollar los mecanismos de autocontrol y regulación necesarios para ello.

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