Siete claves para prevenir que tus hijos se droguen

El consumo de drogas es un hábito muy extendido en nuestra sociedad. Los adolescentes se enfrentan a muchas situaciones de posible consumo, principalmente con sus amigos en situaciones sociales. Esto genera mucha preocupación en los padres, que no quieren que sus hijos tengan un problema con las drogas. Como padres, lo más importante y más difícil es asumir que nuestra capacidad de control sobre el consumo de nuestros hijos es bastante limitada, ya que esas situaciones ocurren cuando los padres no están presentes.

Entonces, ¿qué podemos hacer los padres para prevenir el consumo?

 

1. Entender la etapa adolescente

Hay ciertas características de esta etapa que hace a los adolescentes más vulnerables al consumo de drogas. Por un lado, el deseo de experimentar les pueda llevar a realizar conductas más extremas, consiguiendo así satisfacer su necesidad de búsqueda de sensaciones. Por otro lado, el papel del grupo de iguales se hace muy relevante en esta etapa, ya que es la manera de ir formando su propia identidad.

Conocer estas características nos puede permitir como padres proponer alternativas que cubran ambas necesidades: deportes de aventura (piragüismo, rapel, etc.), invitar a los amigos de tus hijos a casa, proponer planes en familia diferentes a los que también puedan ir sus amigos, entre otros.

 

2. Atender las emociones

En muchos casos, el consumo viene precedido por un mal manejo de sus emociones y se utilizan las drogas como vía de escape o de diversión. Los adolescentes se encuentran normalmente en una vorágine de emociones que muchas veces no entienden y con las que no saben qué hacer.

En esta línea, como padres, podemos trabajar desde casa la importancia de expresar emociones, entenderlas y manejarlas. Funcionará tanto ser ejemplos para nuestros hijos sobre cómo manejamos nuestras propias emociones, como dar pie a hablar de las emociones con ellos. 

 

3. Mejorar la comunicación

En ocasiones la rutina puede hacernos olvidar la importancia de hablar con nuestros hijos, no en modo interrogatorio, sino hablando desde la comprensión y la empatía. Es importante que exista una buena comunicación en casa para aumentar la probabilidad de que, si surge un problema con las drogas, nuestros hijos hablen con nosotros.

Para ello, podemos buscar momentos en el día donde practicar esta comunicación: en el coche, durante las comidas o las cenas, etc. En estos espacios, será suficiente con hablar de nuestro día, nuestras emociones, nuestras preocupaciones, nuestras inquietudes y objetivos, etc. Si esto lo vamos haciendo como padres, será más probable que nuestros hijos también se animen a abrirse. Cuando esto ocurra, es muy importante no juzgar ni criticar lo que nos cuentan, sino simplemente escuchar y comprender (“Entiendo que te sientas así”, “¿Y qué has pensado hacer?”, “¿Puedo ayudarte de alguna manera”). El objetivo NO es solucionar la vida a nuestros hijos ni decirles la forma correcta de hacer las cosas. El objetivo es que se comuniquen. Cuanto mejor sea la comunicación, más cerca estaremos de nuestros hijos y más probable será que recurran a nosotros.

También es importante trabajar la comunicación referida al tema de las drogas. No tiene por qué ser un tema tabú. Es positivo que nuestros hijos estén informados, que sepamos qué conocen de estos temas y que les ayudemos a conocer más y de fuentes fiables. De esta manera, tendrán una mayor capacidad de decisión, desde el conocimiento y no desde la desinformación.

 

4. Fomentar un estilo educativo democrático

Con los adolescentes es fácil caer en el estilo “colega” para aumentar la confianza o pasarse al estilo “autoritario” cuando vemos que no reaccionan. Pero ninguno de los dos tiene los efectos deseados: ni somos sus iguales, ni somos dictadores.

El punto intermedio es el estilo democrático, que consiste en estableces una serie de normas y límites consensuados, en la medida de lo posible. Algunas de las normas serán establecidas por los padres (higiene, estudios, convivencia, respeto) y otras pueden ser acordadas con los adolescentes (horas de salida, planes, uso de redes sociales…). Pero ambas deben ser conocidas y entendidas por los hijos, para que las acepten mejor. También es importante que cumplir las normas lleve a una serie de consecuencias positivas. Por ejemplo, si mi hijo cumple siempre la hora de llegada, puedo premiarle con salir hasta media hora más tarde algún día. También habrá que acordar consecuencias si las normas no se cumplen. Por ejemplo, si llega más tarde de la hora acordada, restar ese tiempo para la próxima salida. De esta manera, aprender a asumir las consecuencias de sus propias conductas, así como a cumplir las normas establecidas.

Este estilo educativo fomenta la autonomía y la responsabilidad de los adolescentes, ambos factores de protección ante situaciones de consumo.

 

5. No abusar del castigo

Cuando los adolescentes se ponen “en plan rebelde”, los padres podemos recurrir a castigar de manera exagerada y poco consistente. Lo que ocurre, es que difícilmente podemos cumplir esos castigos (p. ej., un mes sin salir) y al final acabamos cediendo, e incluso se nos olvida que estaba castigado. Además, puede generar muchas emociones negativas y sensación de indefensión en nuestro hijo (“Haga lo que haga estoy castigado un mes”).

El castigo debe estar siempre relacionado con la conducta que ha realizado nuestro hijo, y siempre con un fin reparador. Debe estar orientado a asumir las consecuencias naturales de realizar una conducta, no a hacer daño ni a que se sienta mal. Es mucho más eficaz utilizar consecuencias positivas ante conductas que queremos que se repitan (estudiar, cumplir normas, respeto, etc.), ya que de esta manera estamos enseñando la manera adecuada de actuar. Así también estaremos reforzando su autoestima y su seguridad, ya que estaremos valorando sus progresos y conductas positivas, no solo señalando lo negativo.

 

6. Trabajar las habilidades sociales

Como ya hemos mencionado, los padres no estamos presentes en las situaciones de posible consumo. Son nuestros hijos los que tendrán que manejar esa situación de la mejor manera posible. Para ello, será de gran ayuda que tengan una serie de habilidades en su repertorio: no ceder a la presión grupal, saber decir que no, saber defender su opinión o su criterio, ser capaces de relacionarse sin necesidad de usar las drogas, etc.

Desde casa, sí podemos dotar a nuestros hijos de estas herramientas:

  • Respetar su opinión y su criterio, sin juzgar ni criticar, de manera que sientan que lo que ellos opinan tiene valor y es importante. De esta manera, serán más capaces de defender su propia opinión frente a sus iguales.

  • Animarles a enfrentar retos, a equivocarse y a aprender de sus errores. Si les sobreprotegemos y no les dejamos caer, nunca aprenderán a valerse por sí mismos, lo que afectará directamente a su propia estima y seguridad. Esto les hará más débiles ante la presión grupal, mientras que si ellos se sienten seguros, será más fácil que lo manejen adecuadamente.

  • Plantear situaciones donde su capacidad de elección y toma de decisiones se vea reforzada y valorada. De esta manera, se sentirán más seguros en sus elecciones y será menos probable que se dejen llevar por el grupo.

  • Fomentar situaciones sociales saludables (salir al campo, jugar un partido, montar en bici…) que les enseñen a divertirse de otra manera. Aquí, nuestro objetivo como padres, es que construyan una vida plena en la que no haya espacio para las drogas, tal y como se ilustra en esta campaña de la FAD:

 

7. Ser un ejemplo

Los propios adultos, a veces, hacemos un uso irresponsable de las drogas: fumamos en casa, bebemos durante las comidas, nos pasamos con la bebida en fiestas, cogemos el coche habiendo bebido…

Somos nosotros los que debemos predicar con el ejemplo, y cuanto menos nos vean realizar este tipo de consumos, menos van a tender a hacerlos. El aprendizaje por imitación es uno de los más potentes. Nuestros hijos aprenden más de lo que hacemos que de lo que decimos. Por lo que el primer paso sería revisar nuestro propio consumo y el ejemplo que les damos en este sentido.

 

Nuestro papel como padres frente al consumo se centra en hacer que nuestros hijos tengan una buena autoestima, se sientan seguros de sí mismos y tengan las herramientas adecuadas para manejar las situaciones de consumo y de presión grupal de la mejor manera posible. Esto no significa que nunca vayan a probar las drogas, sino que hace menos probable que lo hagan de una manera disfuncional o descontrolada que provoque un problema mayor a largo plazo; y por el contrario hace más probable que lo hagan de manera responsable.

 

Bibliografía recomendada: ¿Estás preparado para cuando tus hijos o hijas se encuentren con las drogas? El papel de los padres y madres en la prevención del consumo de drogas. Begoña del Pueyo Ruiz y Alejandro Perales Albert. Colección “Aprende y Educa”, Editorial CEAPA. 2008, Madrid.


Almudena Sánchez de Pazos Escribano

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Psicóloga en Libertia Psicología. Graduada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA). Su labor se desarrolla en el área clínica, con población infanto-juvenil y adulta. Imparte talleres sobre habilidades sociales, inteligencia emocional y técnicas de estudio, entre otros.


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