¿Por qué me hablo así? Funciones del autodiálogo negativo desde la terapia conductual
/La autoestima y el papel del discurso interno
La “autoestima” es un constructo fundamental en la salud mental y, con frecuencia, un motivo central de consulta. Se refiere a cómo una persona se valora y se describe a sí misma, incluyendo sus cualidades, rasgos físicos, personalidad y capacidades. Esta autoevalución no es innata, sino aprendida en función de las experiencias, del entorno y las interacciones sociales.
Cuando este discurso interno se vuelve predominantemente negativo, puede consolidarse, y generar emociones desagradables y conductas de inseguridad. La forma en la que nos hablamos a nosotras mismas y nos posicionamos frente a los demás está profundamente relacionada con la capacidad de expresarnos de manera asertiva (Castanyer, 2014). Desde la intervención conductual, el objetivo no es simplemente cambiar ese discurso, sino comprender qué función cumple. Para una intervención que transforme, necesitamos ir más allá del contenido y preguntarnos: ¿Qué función cumplen estas autoverbalizaciones? ¿Para qué le sirven a la persona? Comprender el "para qué" de un comportamiento, incluso cuando es un comportamiento verbal encubierto, es la esencia del análisis funcional, nuestra hoja de ruta principal en terapia.
¿Qué son las autoverbalizaciones negativas y cómo se desarrollan?
Las autoverbalizaciones negativas constituyen ese diálogo privado cargado de juicios, críticas, comparaciones y predicciones negativas. Este patrón se aprende con el tiempo y afecta profundamente al modo en que una persona se siente, piensa y actúa.
La autoestima no es innata, se aprende a lo largo de la vida y es modificable. Diversas variables y factores juegan un papel disposional en su aprendizaje y mantenimiento, variando en cada persona (Roca, 2014; McKay & Fanning, 2018).
Factores clave en el aprendizaje son por ejemplo:
Mensajes del entorno cercano: figuras de referencia que describen las características y cualidades de la persona, ej. "Hijo, tú no vales para las matemáticas" o "Qué orgulloso estoy de lo mucho que te esfuerzas".
Experiencias personales: consecuencias positivas o negativas derivadas de la conducta en diferentes situaciones/contextos, que informan sobre lo que se le da bien o mal a la persona, ej.”ser ignorado al dar una opinión o recibir elogios tras ayudar a alguien”.
Explicación de experiencias: cómo la persona se explica y experimenta sus éxitos y fracasos, atribuyéndolos a características o habilidades propias versus variables externas, o minimizando su valor, ej. "He aprobado por suerte".
Comportamiento de otros hacia uno: lo que otros expresan en palabras y actos, y lo que la persona cree que su entorno piensa y opina de ella, ej. notar que te interrumpen o no te miran al hablar.
Reglas de conducta aprendidas: mensajes sobre lo que se espera de uno para obtener reforzamiento o castigo, y las experiencias de reforzamiento/castigo que influyen en los criterios de lo que es correcto y valioso, ej. "Debo ser siempre amable para que me quieran".
Perfeccionismo y autoexigencia: guiar el comportamiento con reglas rígidas y estándares muy elevados, lo que lleva a insatisfacción y la sensación de nunca estar a la altura, ej. "Si no es perfecto, no sirve de nada".
Las personas construimos ideas sobre "cómo somos" influenciadas por estos factores, aprendiendo a ponernos etiquetas ej. "Soy miedoso", "Soy simpático"
Por ejemplo, si una persona repite "no valgo para esto", puede experimentar ansiedad y actuar de manera insegura, confirmando su propia expectativa y perpetuando el ciclo.
Un problema de autoestima puede manifestarse en descripciones verbales negativas, emociones como frustración, rabia o nerviosismo, y comportamientos de evitación o inseguridad. Si bien la identificación de estas verbalizaciones es crucial para la toma de autoconciencia, el análisis funcional nos permite desentrañar por qué persisten y qué las mantiene en el repertorio conductual del individuo.
La indispensable lente del análisis funcional
Desde el conductismo radical, se entiende que el pensamiento es conducta verbal encubierta. Está sujeto a aprendizaje, modelamiento y mantenimiento por consecuentes. Tal como expone Roca (2018), los pensamientos negativos pueden entenderse como conductas verbales que, al igual que cualquier otra conducta, se mantienen o extinguen en función de sus consecuentes.
El análisis funcional permite operativizar el problema, identificando las conductas problema y, lo más importante, su función. En el caso de las autoverbalizaciones negativas, se va más allá del qué se piensa para entender el por qué y el para qué se piensa de esa manera.
Para realizar un análisis funcional exhaustivo de las autoverbalizaciones, debemos considerar:
Estímulos discriminativos: ¿qué dispara la autoverbalización? ¿ha habido previamente alguna reacción emocional que haya hecho que esa verbalización sea más probable?
Consecuentes: ¿Qué está manteniendo la emisión de estas verbalizaciones, tanto a nivel público como privado? ¿que se obtiene o evita al pensar así?
Respuestas Emocionales (RC/RI): ¿Qué emociones provoca esa verbalización? ¿La verbalización es un Estímulo Condicionado? ¿Cuál es la intensidad y duración de las emociones que estas verbalizaciones provocan?
Estos aprendizajes o asociaciones que entendemos como autoimagen frágil pueden funcionar como una operación motivadora de establecimiento (OME), intensificando el malestar ante estímulos como puede ser información negativa sobre una misma, llevando a la persona a "protegerse" mediante conductas de evitación, etc.
Funciones comunes de las autoverbalizaciones negativas en consulta
Explorar la función de estas verbalizaciones es clave para diseñar intervenciones eficaces. Aquí te presento algunas de las funciones más frecuentes que se pueden identificar ilustradas con ejemplos hipotéticos basados en situaciones clínicas:
1. Función de obtención de atención y apoyo social
En ocasiones, las autoverbalizaciones negativas sirven para evocar respuestas de apoyo, validación y consuelo por parte del entorno. Cuando una persona se siente privada de atención o afecto, o está expuesta a estímulos aversivos o desagradables, la expresión de malestar puede convertirse en una vía efectiva para obtener reforzadores sociales.
Ejemplo Clínico- Federico: Federico es un adolescente que presenta acné y verbaliza constantemente "Estoy feísimo" o "No voy a ligar en años hasta que no me desaparezcan esta mierda de granos" a sus padres y a su amigo más cercano. Su entorno, observando su angustia, le responde con frases tranquilizadoras como "No se te nota tanto", "Tú te ves peor de lo que es", o "Tienes otras cualidades". Aunque la intención de su entorno afectivo es genuina, el hecho de que estas respuestas alivien el malestar de Federico (reforzamiento negativo) y le proporcionen atención (reforzamiento positivo) contribuye a que sus verbalizaciones negativas se mantengan en el tiempo. El malestar de Federico puede funcionar como una operación motivadora que activa estas respuestas de su entorno.
Intervención: El objetivo dependería del análisis funcional concreto de estas verbalizaciones. Algunas opciones podrían ser las siguientes:
Modificación del discurso: entrenar a Federico para disminuir o modificar la autoexposición privada y pública a verbalizaciones de queja. Esto implica la detección, modificación o eliminación de estas verbalizaciones, sustituyéndolas por otras más ajustadas y reajustar la frecuencia de compartirlas a momentos en que sea realmente pertinente y no con la función de obtener atención.
Introducir reforzadores alternativos: introducir en la vida de Federico conductas que le permitan obtener acceso a estímulos y reforzadores agradables de otras maneras, sin necesidad de que medie la expresión de malestar. Esto reducirá su estado de privación y, por tanto, el valor reforzante que la atención ejerce sobre sus verbalizaciones negativas. Si la privación estuviera directamente relacionada con su conducta, también se abordaría y la extinción de las respuestas de otros hacia las verbalizaciones problemáticas.
2. Función de evitación/escape (la excusa)
Las autoverbalizaciones negativas pueden operar como una forma de escape o evitación de situaciones o conductas percibidas como aversivas o costosas, sin que la persona experimente culpa o reciba castigo. Al verbalizar una supuesta incapacidad o malestar, el individuo puede justificar su evitación y eludir responsabilidades o situaciones sociales desafiantes.
Ejemplo Clínico- Carmela: Carmela experimenta una gran insatisfacción con su imagen corporal y lo pasa muy mal al exponer su cuerpo en público. Cuando surgen planes sociales que implican una mayor exposición corporal (como ir a la piscina, hacer deporte, o salir de fiesta con ropa ligera), Carmela verbaliza: "Es una tortura que me vean", "Mi cuerpo es feísimo", "Soy el bicho raro del grupo". Su novio, Pablo, al presenciar su malestar, ha ido cediendo progresivamente a los deseos de Carmela de no asistir a estos planes, sin hacer reproches. El malestar de Carmela, verbalizado, funciona como un estímulo delta u operación motivadora de abolición para la conducta de Pablo de insistir), y para ella, sus verbalizaciones sirven como una "excusa" privada y pública para evitar la situación condicionada aversivamente reforzando negativamente su comportamiento de evitación.
Intervención: es crucial desmontar la función de escape/evitación de estas verbalizaciones. Esto se logra mediante:
Exposición progresiva con prevención de respuesta: exponer a Carmela gradualmente a las situaciones temidas, mientras se previene la conducta de evitación o escape, permitiendo que experimente que el "estímulo temido" no es tan aversivo o que puede manejarse.
Entrenamiento en habilidades de afrontamiento: dotar a Carmela de estrategias para manejar el malestar y la ansiedad que surgen en estas situaciones, en lugar de recurrir a la evitación.
Reeducación del entorno: trabajar con Pablo para que deje de reforzar la evitación de Carmela y, en su lugar, refuerce sus intentos de exposición y su participación en actividades sociales, incluso con el malestar inicial.
3. Función de control sobre la conducta de otros
Las autoverbalizaciones negativas pueden ser utilizadas, de forma más o menos consciente, para influir y controlar el comportamiento de otras personas, logrando que realicen acciones deseadas o que se abstengan de aquellas que resultan incómodas para el paciente. El reforzamiento aquí no es solo la acción del otro, sino el propio acto de ejercer control.
Ejemplo Clínico - Miguel: Miguel, un niño con alta autoexigencia, se queja a sus padres sobre las "malas notas" que, según él, le pone su profesora, y expresa su indefensión con verbalizaciones como "No puedo hacerlo solo" o "Mamá, si no lo hago bien me pondrán mala nota", a menudo acompañadas de llanto y malestar. Ante esto, sus padres, preocupados por su sufrimiento e inseguridad, han empezado a ayudarle con sus tareas y a prepararle para los exámenes. Las verbalizaciones de Miguel funcionan como un estímulo que elicita una respuesta de malestar en los padres, impulsándolos a intervenir (Operación Motivadora de Establecimiento), lo que refuerza su conducta de queja y de percibir que "no puede" hacerlo solo, ya que logra el apoyo deseado y evita el esfuerzo.
Intervención: el foco es reducir el valor reforzante del control sobre otros y fomentar la autonomía.
Reducir la privación (si aplica): si Miguel estuviera privado de reforzadores o de sentirse competente por sus propios medios, se buscaría aumentar su acceso a estas experiencias de forma independiente.
Fomentar la auto-eficacia: entrenar a Miguel en las habilidades necesarias para realizar sus tareas de forma autónoma. Esto implica que los padres, bajo nuestra guía, dejen de proporcionar la ayuda que mantiene el problema, a la par que refuerzan sus intentos de autonomía.
Modificar las reglas de los padres: ayudar a los padres a entender la función de su ayuda y a establecer límites, a pesar del malestar inicial de Miguel, fomentando su resiliencia y auto-suficiencia.
4. Función de búsqueda de activación o estimulación interna
Aunque pueda parecer contradictorio, en estados de privación de estímulos gratificantes externos o de aburrimiento, las rumiaciones y autoverbalizaciones negativas pueden generar una forma de "activación" o "estimulación" interna. Incluso si el contenido es desagradable, la intensidad emocional que provocan puede ser preferible a la monotonía o el vacío.
Ejemplo Clínico - Ana: Ana, con un círculo social limitado y pocas actividades que la motiven, pasa gran parte de su tiempo libre en casa, experimentando un estado de privación de reforzadores y aburrimiento. En este contexto, es frecuente que se enrede en rumiaciones y autoverbalizaciones negativas como "No soy importante para nadie" o "A la gente le aburre mi compañía". Aunque estas verbalizaciones le generan malestar, la activación fisiológica y mental que producen se convierte, paradójicamente, en una forma de estimulación que rompe con la monotonía y el aburrimiento, funcionando como un reforzador.
Intervención: el objetivo es reducir la necesidad de buscar estimulación a través de vías problemáticas.
Activación Conductual: incrementar la exposición de Ana a estímulos y actividades agradables y significativas en su entorno. Esto implica el diseño de un plan de activación conductual orientado a sus metas y valores personales, llenando su vida de intereses y experiencias que le proporcionen reforzamiento “natural”.
Desarrollo de Hábitos Saludables: fomentar la introducción de nuevos hábitos de ocio, socialización y autocuidado que enriquezcan su vida y ofrezcan alternativas saludables a la rumiación como fuente de estimulación.
Parada de Pensamiento: entrenar a Ana en técnicas para detectar y detener proactivamente las rumiaciones improductivas, redirigiendo su atención hacia actividades o pensamientos más constructivos.
Implicaciones clave para la práctica clínica y el fomento de una autoestima óptima
La comprensión de estas funciones de las autoverbalizaciones negativas es vital para los profesionales de la salud mental. No se trata simplemente de cambiar el contenido de un pensamiento, sino de modificar las relaciones de contingencia que mantienen ese discurso. Al entender el "para qué" de un pensamiento o rumiación, podemos diseñar intervenciones que apunten a la raíz del problema, y no solo a su manifestación.
Este enfoque integral puede implicar:
Modificación del Discurso Interno: trabajar activamente en el moldeamiento verbal y la reestructuración semántica para que el paciente construya descripciones de sí mismo más ajustadas, compasivas y realistas, ancladas en evidencias. El objetivo no es una "positividad tóxica", sino una valoración ajustada.
Cambio en el Comportamiento Manifiesto: fomentar la acción a pesar de la inseguridad. Esto a menudo implica técnicas de exposición con prevención de respuesta, introduciendo conductas "proterapéuticas" que compitan con las problemáticas y conduzcan a experiencias de reforzamiento natural.
Atención a las Emociones: El paso anterior de exposición puede suponer ya un trabajo a nivel emocional pero, además, aunque no se interviene directamente sobre las emociones, al modificar los pensamientos y los comportamientos, las respuestas emocionales (RC) también se ajustan, reduciendo su intensidad y el malestar asociado.
Análisis exhaustivo de las Variables Disposicionales: siempre considerar la historia de aprendizaje del individuo, las características de su entorno y las particularidades del contexto que influyen en el problema de autoestima.
Al abordar estas funciones, no solo mitigamos el malestar inmediato, sino que también contribuimos a la construcción de una autoestima óptima y "verdadera". Una autoestima genuina se basa en una valoración realista de uno mismo, con apertura a percibir la información de forma objetiva, admitiendo los propios fallos sin que esto amenace la visión global de la persona. La persona con una autoestima sana experimenta emociones, pero estas experiencias no conllevan cambios globales en su autoevaluación ni la ponen en riesgo.
En resumen, las autoverbalizaciones negativas no son meras palabras; son comportamientos con una función específica, mantenidos por complejas redes de contingencias. Desentrañar estas funciones a través de un análisis funcional riguroso es la piedra angular para una intervención conductual efectiva que no solo cambie lo que la persona piensa sobre sí misma, sino que transforme cómo se siente, cómo actúa y, en última instancia, cómo se experimenta a sí misma en el mundo.
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Referencias bibliográficas
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Referencias de podcasts
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Psicoflix. (2025, enero 16). Análisis funcional de la autoestima con Miriam Rocha [Audio podcast; episodio 281].
Psicoflix. (2025, 10 de abril). Identidad, Teoría del Marco Relacional (TMR) y ACT con Jorge Ruiz [[Audio podcast; Episodio 292].
Psicoflix. (2021, mayo 27). Conducta verbal con Vicente Pérez [Audio podcast; Episodio 111].
Ruth Criado
Graduada en Psicología por la UOC y estudiante del Máster en Psicología General Sanitaria en la UNIR. Actualmente desarrollo mi práctica clínica en el ámbito del análisis funcional de la conducta, con interés en la neurociencia aplicada y en la innovación dentro de la intervención psicológica basada en procesos. Licenciada en Sociología, anteriormente trabajé en el ámbito internacional como consultora en desarrollo organizacional, lo que me aporta una mirada amplia y contextual al trabajo terapéutico.